lunes, 1 de marzo de 2010

Aquellos felices años treinta

Ésa es la frase que espero pronunciar en un futuro. Poder decir qué maravillosos fueron mis 30 años. Me gusta el número. 30... suena a cifra redonda, a cifra justa, a cifra no muy grande, pero a cifra con unas cuantas cifras por detrás, a experiencia.

He oído a unos cuantos hablar de "la crisis de los 30". Yo aún no sé qué es eso. Ni quiero saberlo. Hace un día tenía 29 años. Ahora 30. ¿Cuál es la diferencia? ¿No es absurdo hablar de crisis por un año más? ¿Por qué hay quien no lo ve como un año más y se mete en devaneos y comeduras de cabeza varias acerca de lo mayor que se hace? Yo tengo claro como soy y si algo no me perdonaría con los años es que me cambien mi forma de ser. Que sí, que uno se vuelve más experimentado, más cauteloso, más reflexivo. Pero es que es lógico, la experiencia vital que se va acumulando invita a ello. Pero la esencia de uno no debe cambiar, o al menos es lo que pienso. Uno debe ser uno mismo hasta el final, y al que le pique que se arrasque. Quiero seguir siendo yo, seguir siendo un apoyo para los que más o menos me conocen. Quiero seguir ayudando en lo que pueda al que lo necesite. Seguir haciendo reír al que busca echarse unas risas. Seguir escuchando al que necesita que le escuchen. Aportar soluciones, indicaciones al que tiene un problema, o al menos intentarlo.

Sólo hay una cosa que realmente me da miedo del paso del tiempo. Y es que yo soy de los que no olvidan, pero temo que los demás sí se olviden de mí. Estoy ahí y de vez en cuando doy señales de vida, pero me da mucha pena pensar que uno pueda caer en el olvido...

Abandonando la vena más sensiblera, hoy (bueno ayer :P) he salido a comer con mis padres. Tenía ilusión por llevarles a comer a algún sitio de estos que se suelen decir buenos de verdad, y gracias al sitio en que vivimos eso es relativamente sencillo, hay una oferta muy buena. He disfrutado de la comida como un enano. Por primera vez en mucho tiempo hemos podido disfrutar de un rato distendido, conversando de cualquier cosa, desde temas culinarios, hasta las perspectivas de futuro profesional y personal que me esperan en estos años venideros (con el pertinente manifiesto del deseo de mi madre de ser abuela, cómo no ¬_¬U ainsss :P) Vamos que me lo he pasado muy bien, y espero no tener que esperar un año para poder volver a disfrutar de ratos como éste.

Como anécdota decir que a la primera no hemos acertado con el sitio (cosas de google maps y el gps que no se aclaran muy bien cuando abandonan zonas más conocidas o civilizadas jejeje). Hemos preguntado a un hombre que iba en coche saliendo de un cruce con su familia. El buen hombre, no sólo se ha mostrado dispuesto a ayudar si no que lo ha hecho hasta el final. No sé qué prisa tendrían por ir a su destino, aunque a la mujer se la veía inquieta, no todos disimulan igual de bien jejeje. Pues este señor, ha parado, ha mirado en su propio gps del coche, y como tampoco estaba seguro, se ha bajado y ha parado a uno que venía por la carretera que tenía pinta de ser de la zona (no iba muy arreglao que digamos, y el sitio era bastante "rural" XDDD). Yo estaba flipando. Al rato se acerca y nos indica el camino a seguir. Le damos las gracias y nos despedimos. Yo con la cabeza horneando cómo podría hacer algo por ese hombre que sin comerlo ni beberlo ha hecho de nuestro problema el suyo. No me importa cumplir años, pero de mayor quiero ser como este señor, ayudar y hacer la vida un poquito mejor a los que me rodean ^_^

Y mañana (ay, que no me acostumbro, quiero decir hoy XDD) tengo pensado llevar un poco de anomalía al trabajo. Normalmente entre compañeros del trabajo, solemos comprar y llevar unas tortillas de distintos rellenos para la horita del café. Pues bien, esta vez, como ya hicieran alguna vez antes de mí, me he decidido a llevar unos postres "sorpresa". Creo que les va a gustar y que en cierto modo ayudarán a empezar mejor la semana, que los lunes siempre son un poco más duros jejeje. Lo de la sorpresa viene porque he pensado hacer una cosa que quizá sea un poco locura, infantil, llamémoslo X. Voy a procurar entrar bien tenmprano a la oficina, para ir dejando en cada sitio de aquellas personas que de alguna forma me importan un "postre sorpresa". Estoy deseando ver la cara de algun@ que no se lo espera ni por el forro jajajaja. Dios, estoy deseando que llegue la hora!! *_____*

Saludos de un 30ñero a todos los que se dignan a perder parte de su tiempo vital en leer este humilde bloguillo! :)

Os dejo con una foto del ataque de los clones XDDDDDD

martes, 2 de febrero de 2010

Atrapado en el tiempo



Buenos días a todos! ¿Aún estáis en la cama? Arriba perezosos, levantaos y contemplad este maravilloso día, porque... hoy es el día de la marmoootaaaaaaa ♫ ♫

Hay días que me siento como el protagonista de "Atrapado en el tiempo". Los días parece que se repiten cíclicamente. Suena el despertador, que no me despierta porque suelo llevar un rato despierto. Lo apago y me levanto. Estiramientos. Ducha, ropaje y desayuno. Salgo a la calle a por el tren, saludando al señor de la limpieza del portal con un alegre "hola! buenos díasss!". Un lacónico "hooola, buen día..." me rebota en los oídos. Llegas a la estación y si llega el tren lo cojo y si no el siguiente, todo depende de mi ritmo andante, inversamente proporcional a mi somnolencia en el camino. Sentado en el tren, observo que no soy el único con el piloto semiautomático, hay cada careto... Llego a la parada y tras recordar las mismas caras cruzando las máquinas canceladoras, la chica del mostrador medio sopa y revisar la cantidad de periódicos gratuitos del día en las escaleras, me encamino a la feria de muestras, que diga, al edificio donde trabajo. Si coincido con alguien pues toca minitrayecto más ameno, y si no más rápido.

Llego a la puerta de acceso a la oficina y con suspense acerco la tarjeta al lector, esperando que siga funcionando (inciso: en esta empresa, puede ser una forma tan válida como cualquier otra de anunciarte oficialmente tu despido con el simple hecho de que no funcione). Tras pasar un segundo acceso mediante un tontorno (a santo de qué lo habrán puesto...) saludo a nuestra "secre" y enfilo hacia el sitio. Miro hacia los lados por si alguno me saluda y devolverle al menos el saludo y llego a mi sitio. En modo casi automático salen de mi boca las palabras "buenos días" en tono cortés, para saludar a las conocidas de mesa. No me atrevo a llamarlas compañeras porque el resto del día casi no nos dirigimos la palabra. Mi jefe apenas un metro detrás de mí ni se inmuta, salvo para cuando tiene obligación de transmitirme alguna tarea o algo. No me cae mal, de hecho cuando comenta las cosas suele adornarse hasta en exceso y para decir relléname este informe, te puede contar como el fin de semana tuvo que llevar a la mujer a comer no se dónde en plan regalo-disculpa, porque estaba mosca con tantos días saliendo tarde (ella suele ir allí a esperarle y es comprensible que no le haga gracia estar matando el tiempo).

Las horas pasan y a media mañana llega el aviso del café. Suelo hacerme el remolón para no tener que estar esperando a coger un cafecito de la máquina y que al llegar todo el mundo esté servido, a veces lo consigo, a veces no jejeje. Es de los poquitos momentos del día que recuerdas que eres un ser humano y no una rueda dentada del engranaje obrero. Observas como van surgiendo los temas más diversos, casi siempre con un toque de humor que falta nos hace a algunos. No suelo mediar palabra, unas veces porque no sé de qué va la conversación (no he visto tal programa, no me he visto en no se qué situación, no conozco a fulanito de tal y sus andanzas... etc.) y otras porque me da cosa "contradecir" al que está hablando aún cuando sé positivamente que lo que está diciendo no es así. Aún así, resulta un poco reconfortante ese ratillo que incluso puede llegar a situaciones surrealistas (qué hace una mujer agachada a cierta baja altura teniendo a un chico al lado... recoger algo de un armario bajo... el muchacho después se sorprende de la fotoescena que se ha provocado... vamos, surrealista, y lo mejor, divertido).

Salida del café y vuelta al sitio. Pasan las horas, entre música, internet, trabajo, chateos, correos y llega la hora de comer. Por lo general suelo comer en la propia oficina, en el mismo sitio del café, angosto, para el que hace falta turnarse para poder tener sitio. He probado todos los turnos habidos y por haber y al final creo que el mejor es el que cae en el medio, sobre las dos. Otra vez dejo que fluyan las conversaciones. Pero a diferencia del ratillo del café, lo habitual es que salvo que alguien saque algún tema interesante, estemos todos más pendientes del plato, perdon, tupper, que de darle al palique. Una vez finalizada la comida hay quienes se quedan un poquillo en plan sobremesa a charlar de lo que surja. Yo de eso no he probado aún, no me siento muy cómodo estando ahí quieto sin decir esta boca es mía, por lo que procuro terminar echando leches, si puedo dejarle el sitio a otro mejor y de paso salgo a la calle unos minutos. En el acceso de la calle a veces hay compañeros de la oficina en plan corrillo, a los que saludo y prosigo mi paseo. Bueno minipaseo, porque no dura mucho, pero al menos me sirve para airearme y hacer algo de "ejercicio". Alguna vez ya he arrastrado a alguno a pasear conmigo, pero en cuanto se juntan más de dos, es igual que el café o la comida, prefiero dejarles tranquilos e irme.

Las tardes se me suelen pasar volando, más que nada porque la primera media hora post comida es de piloto automático total y ni me entero del reloj. El resto, como la mañana, salvo alguna llamada telefónica, mensajillos del móvil o conversaciones chateras que le dan mucha vidilla a la monotonía vespertina. Llega la hora de salir de allí, y se repite el proceso de entrada en modo inverso. Saludos, miradas, despedida y por fin libre.

Cojo el tren, y llego a mi casita. Este es el único momento del día que realmente puede variar de verdad. Hoy puede que toque ir a la caja a hacer no se qué operación, comprar cosillas desde comida hasta tijeras de coser, visitar a mi abuela, ir a dar una vuelta por ahí andando o en coche si apetece conducir e ir un poco más lejos, algún cursillo que otro que organiza el ayuntamiento... Pero esta parte siempre es la más corta, para cuando me doy cuenta son las nueve o diez y estoy en casa, cenado y casi yendo a la cama (bueno, muchas veces me entretengo surfeando la red y me dan las mil buscando aquí y allá, pero ése es otro tema).

Si no tengo en cuenta a las personas en el plan de vida diario, cada día es prácticamente una repetición del anterior. Si no hay casi variaciones algo falla. Pero pienso... ¿Qué falla? ¿El entorno que se mantiene en su línea? ¿O el que escribe que no varía su forma de ser o de mostrarse?